Hace unos pocos días mi hombre
se ha convertido en aire.
Siento su cuerpo liviano
cuando se sienta al borde de la cama.
Atraviesa los cielos y vuela
sobre mares oscuros.
Mi hombre se ha convertido en aire
por motivos muy íntimos.
Sin embargo así,
intocable, incoloro e invisible
ha adquirido una fuerza insospechable.
Ya no posee extremidades
y le faltan el fémur y la aorta
pero me ama con movimientos novedosos
y palabras alegres.
Nunca golpeó tan fuerte como ahora
la piedra de su sexo.
Mi hombre se ha convertido en aire,
se ha ensanchado su invisible cuerpo,
sus muslos y cartílagos y huesos
han adquirido nuevas dimensiones.
Es más fuerte que otros este hombre
que carece de músculos y órganos vitales,
que ha perdido los labios y los dedos.
Con terquedad me aferro ilusionada
a la suave piel que cubre su macizo esternón
y danzo con el aire, forcejeando
con su invencible ausencia.
Imagen: Foto de Piotr Kowalik
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