en donde todo sirve y todo es como
nuevo.
Tiene casitas de ladrillo y tazas de
café,
cerezas y aguacates y sandías
y paletas de helado y cigarrillos
y hay charcos en la calle y tiene
flores
en todas las aceras y en las casas.
Esta ciudad es como un rastro
de cúpulas
de iglesia y crucifijos,
de bolsos y zapatos y pantuflas,
de libros en inglés
y abrigos y bufandas.
Es como abrir la puerta de un
prostíbulo
y ver culos y labios y entrepiernas
abiertos a la luz y saxofones
y fuegos en el aire, artificiales.
Esta ciudad se muere y
resucita;
está si abro la puerta, y
se me ofrece
si pienso en un objeto
necesario.
Esta ciudad
es útil
para tragar el llanto como se traga el
aire
y es como una navaja carcelaria:
traidora y solo un golpe.