Un hombre se
metió por la ventana.
Ahora recordaba que anoche había
dejado la ventana abierta. Había
pasado el día acicalando
el jardín, arrancando las
matitas silvestres, las hojas secas; recogiendo los pétalos
marchitos que caían
dentro de las macetas. Y allí,
pegadas a las tablas, habían
crecido unas setas. Pero no le dio importancia a la posibilidad de
que fueran venenosas; estaba cansada y tenía
las manos sucias, y hacía
calor. Después de cenar
se metió a la cama, con
la inquietud de que olvidaba algo, vencida por el sueño.
Y ahora había amanecido y
estaba segura de que un hombre había entrado por la ventana que, ahora sí
recordaba, había dejado
abierta. Ella se incorpora, presta atención.
El hombre camina. Oye los pasos que se acercan a la puerta de su
habitación. Ve moverse el picaporte. Ve la puerta abrirse. Y la cama era suave, y las sábanas,
limpias, y la boca de ella estaba llena de besos para derramar en la
boca del hombre, que en su intento de trepar por la ventana se había
caído de bruces sobre las
setas.
Imagen: Obra de Jenny Viljaniemi