El temblor se registró a las 2:37 de la madrugada. Después de
un oscuro minuto, quedaron en el suelo los ladrillos, un espejo en pedazos, una lámpara antigua.
Difícil de explicar, la mesa con el teléfono resistió el movimiento. Entre los
escombros se asomaba una cara con los ojos abiertos. Al otro lado del teléfono
la hija no esperó el último timbrazo, el último intento de una mano, arrastrándose,
para alcanzar la mesa.
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