Siempre tiemblo cuando llega la noche. La oscuridad es densa pero aún puedo ver los dientes afilados, el hocico babeante. Oigo el sonido ronco de su respiración y percibo el modo violento de mover su enorme cuerpo mientras camina los pequeños espacios de la casa. Mi pulso se acelera, la ansiedad me duele y tiemblo cuando por fin veo que expande su tórax, de un salto saca las garras, se encorva y me protege del frío.
Obra de Livio Moiana |
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