martes, 16 de junio de 2015

La boca de la seta

Un hombre se metió por la ventana. Ahora recordaba que anoche había dejado la ventana abierta. Había pasado el día acicalando el jardín, arrancando las matitas silvestres, las hojas secas; recogiendo los pétalos marchitos que caían dentro de las macetas. Y allí, pegadas a las tablas, habían crecido unas setas. Pero no le dio importancia a la posibilidad de que fueran venenosas; estaba cansada y tenía las manos sucias, y hacía calor. Después de cenar se metió a la cama, con la inquietud de que olvidaba algo, vencida por el sueño. Y ahora había amanecido y estaba segura de que un hombre había entrado por la ventana que, ahora sí recordaba, había dejado abierta. Ella se incorpora, presta atención. El hombre camina. Oye los pasos que se acercan a la puerta de su habitación. Ve moverse el picaporte. Ve la puerta abrirse. Y la cama era suave, y las sábanas, limpias, y la boca de ella estaba llena de besos para derramar en la boca del hombre, que en su intento de trepar por la ventana se había caído de bruces sobre las setas.



Imagen: Obra de Jenny Viljaniemi

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